El espacio en blanco en la pared siempre necesita un toque de ternura para llenarlo.Cuando ese doble anillo de algodón, hojas y hierba fue colgado en la pared del recibidor, todo el espacio pareció impregnarse del aroma del campo. Las suaves bolas de algodón eran como nubes sin derretir, mientras que las ramas y hojas marchitas transmitían la calidez del sol. Los dos anillos circulares superpuestos envolvían un paisaje silencioso y sanador, que hacía que uno sintiera alivio y cansancio al abrir la puerta.
La belleza de este anillo doble reside en cómo combina la simplicidad natural con el ingenioso diseño en un conjunto armonioso. Proyecta una sombra irregular en la pared, como el mecer de los arrozales al viento. El algodón es el protagonista de esta escena. Las gruesas bolas de algodón están sujetas debajo del anillo interior, y las fibras de algodón son tan esponjosas que parecen recién arrancadas de las cápsulas.
Los anillos dobles que cuelgan de la pared adoptan diferentes posturas según cambian la luz y la sombra. A primera hora de la mañana, la luz del sol se filtra oblicuamente, alargando las sombras de algodón, proyectando un suave resplandor blanco sobre la pared. Al mediodía, la luz se filtra a través de los huecos de los anillos y las sombras de las hojas se mecen en la pared, como el aleteo de una mariposa. No es tan extravagante como una pintura al óleo, ni tan realista como una fotografía. Sin embargo, con los materiales más sencillos, aporta una atmósfera natural a la habitación, incitando a quien la contempla a relajarse.
Este relajante paisaje colgado en la pared es en realidad un regalo del tiempo y la naturaleza. Nos permite, incluso en medio de una vida ajetreada, disfrutar de la tranquilidad de los campos y la dulzura de la naturaleza, y rememorar esos hermosos momentos olvidados.

Hora de publicación: 04-ago-2025